Monday, April 11, 2005

FOTOBLOGARIO 0010



Jilguero en bebedero - Foto: Ramón Navarro Blázquez




Se llamaba Pichichi, aquel macho de jilguero que, tras anclar sus patas en la traidora liga, acabó enjaulado en mis manos.
Fue un domingo, en la plaza Nueva de Bilbao, cuando se consumó la transacción. A mi aita, al parecer, le gustó la valentía con que acudía, pico en ristre y erizadas las plumas, a la defensa de las rejas de su jaula. Aquel rasgo de bravía creo que fue definitivo para procurarle nuestra compañía.
Vivió con nosotros muchos años. Yo achaco su longevidad, principalmente, a los desayunos que le preparábamos a base de yema de huevo y migas de pan, untadas en café con leche. Era digno de ver y, más aún, de oir el modo en como respondía con su canto al trino de la cafetera; al estridente silbido, que anunciaba que en breve humearían, ya dispuestos, los tazones de sopas.
Los años pasaron, inconscientemente raudos, hasta que un funesto día, calvo de plumas y con el ímpetu propio de su estirpe ya perdido, se paró su bravo corazón en medio del estío. Fue mi primera muerte y desde entonces su certidumbre ya nunca me ha abandonado.
Habría otros pero, aunque lo intentaron, no pudieron ser el mismo. La culpa, probablemente, no fue de ellos sino de esa otra certeza que nos grita: ¡pero como duele cuando lo que se pierde nos es tan querido!
Esta mañana, he topado algunos de sus congéneres, cantando y saltando alegremente entre las hierbas del monte. Su recuerdo y su rostro de desafiante pico entreabierto han retornado inmediatamente a mi presente y, aunque sólo haya sido por un instante, he podido oír de nuevo como me regañaba: ¿pero vienen esas sopas o que?


¿Te apetecería escribir la historia que acompañe a esta imagen del Jilguero?
Ahora puedes hacerlo.
Anímate y participa en este experimento de creación literaria colectiva. Cuéntanos la historia del Jilguero, a través de los comentarios del FOTOBLOGARIO.


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